Hoy tengo una imagen en la cabeza y no me la puedo quitar.
Veo montañas y valles soleados y yermos. Cubre todo un viento segador y pasmoso. De repente bajo la vista. De repente bajo la vista y veo que mi mano se torna ocre como la tierra que hay bajo mis pies. Articulo movimientos deshilvanados con esa mano que inmediatamente capta toda mi atención. El sol se paraliza, arriba, hace calor y empiezo a sudar. Mi mano se contrae y eleva para secar mi sudor.
Mis ojos, antaño profundos, se pierden en un vacío peligroso. En medio de la nada, solo. Es curiosos que uno no está solo hasta que verdaderamente se siente así, aun rodeado de gente. Siempre me ha pasado.
Aparentemente feliz y sin embargo el más hipócrita de la pandilla. Cuando me aburro agarró mi dedo meñique y lo abrazo, queriendo conjurar una solución que me transporte fuera del tedio. Pero todo es infructuoso. Sigo allí con ausencia de voces, desamparado, en aquel campo extenso que constituye el germen de mi sueño. Aquel terreno yermo donde campa, desenfadada, mi desesperanza.
Ese fue el momento en que lloré. Cuando acabé por darme cuenta que la infelicidad de aquella tierra sin azules sobresale a esta tierra de azules, que es Málaga.
Málaga es el resumen de mí mismo, y el resumen de todos los que vivimos en ella. A todos nos invade en su pequeñez, nos atrapa y nos ilumina. Sí, sí, nos ilumina con esa luz tenue de un sol que no pica, sino que acaricia las sienes y la tez. Que no daría por disfrutar mil atardeceres, conjuntos de nubes desgarradas.
Si no miro al cielo no escucho música. No quiero leer. Sólo queda escribir.
Hoy he sentido nostalgia. Pero no de lo que he vivido o logré vivir en algún momento, sino de lo soñado. Es curioso que un accidente y sus consecuencias meramente materiales se eleven a mi subconsciente de esta manera. Málaga se nubla bajo el azote del flequillo inexistente sobre mi frente. Málaga oscurece.
Pero abro los ojos intentando razonar el porqué de tanta nostalgia, de tanta rememoración de la añoranza. Y la respuesta es cómo me pongo a prueba cada día y salgo perdiendo. Y me encuentro solo de nuevo, queriendo desmayarme en medio de una florida extensión de margaritas fulgurantes. Y deseo que Málaga amanezca, pero no despierta, sigue dormida.
Oscura y estrellada. A lo mejor este estado es lo más cercano que voy a estar de la depresión. Pienso en todo lo que he hecho y en lo que me queda por hacer y no hago, pero lo mezclo con preocupaciones banales, con dineros debidos, con fiestas sorpresas, el puto milenio. Que estupendo cacao.
Miro las estrellas y cada una me invita al silencio y me preguntan por qué no hablo, y yo sigo en mi campo, y tengo sueño. Aquel sol cegador es somnoliente. Busca su efecto: aturdir, y lo consigue. Mañana Málaga volverá a abrir los ojos con mayor intensidad.
Estoy cerca de la playa. Fuera el rumor de las olas del mar, que aun cuando dicen que sigue siendo azul es negro como la pena. Como el laberíntico mundo de las disquisiciones de la lógica es negro. Y la razón me ataca preguntando el porqué de tanto enfado, de tanta contradicción.
El problema es solo uno: querer sentir. He ahí el origen de mi estado. He ahí que mis sentidos se abran a palabras muertas y sensaciones extrañas. He ahí el hecho de que me sienta solo o rodeado de mujeres que no me convienen. De ahí el hecho de finalizar mi condición de terrorista sentimental, entregando sentimientos sin pedir nada a cambio. Extraña desmesura
Cuán gozoso fue ser tal terrorista. Obligando a la gente a responder al todo yo. Otorgándome entero, hasta descubrir la realidad. Nadie tenía el poder de conferirme la perfección sintiendo algo por mí. Cuánto egoísmo, cuanta felicidad, que tesoro del alma y los sentidos.
Este frío fuera. Me tapo con una manta y mis ojos vidriosos y mi pelo suave y sin peinar me recuerdan que cada vez que me miro al espejo soy yo mismo y suenan violines y siempre está pensando. Una persona obsesionada porque la amen. Y nunca ocurre. Espero infructuoso el levantamiento de esta noche tan oscura. Quizás no me he alejado tanto del terrorismo del que reniego sino que lo mantengo oculto, criptológico.
Sostengo con mis dedos la sien y grito munchianamente a un eterno retorno. Volver a empezar. O sin volver. Vivir, solo vivir. Vivir es amar, amanecer. Querer, flotar una sola vez.
Levantarse del campo yermo, de viñas y olmos para dominar el sol por una vez por encima de todo y de todos, de las vidas y los pensamientos, de Málaga y sus nubes, de los aviones, de las fronteras y los límites, de los idiomas del amor
Quiero amar..........
Veo montañas y valles soleados y yermos. Cubre todo un viento segador y pasmoso. De repente bajo la vista. De repente bajo la vista y veo que mi mano se torna ocre como la tierra que hay bajo mis pies. Articulo movimientos deshilvanados con esa mano que inmediatamente capta toda mi atención. El sol se paraliza, arriba, hace calor y empiezo a sudar. Mi mano se contrae y eleva para secar mi sudor.
Mis ojos, antaño profundos, se pierden en un vacío peligroso. En medio de la nada, solo. Es curiosos que uno no está solo hasta que verdaderamente se siente así, aun rodeado de gente. Siempre me ha pasado.
Aparentemente feliz y sin embargo el más hipócrita de la pandilla. Cuando me aburro agarró mi dedo meñique y lo abrazo, queriendo conjurar una solución que me transporte fuera del tedio. Pero todo es infructuoso. Sigo allí con ausencia de voces, desamparado, en aquel campo extenso que constituye el germen de mi sueño. Aquel terreno yermo donde campa, desenfadada, mi desesperanza.
Ese fue el momento en que lloré. Cuando acabé por darme cuenta que la infelicidad de aquella tierra sin azules sobresale a esta tierra de azules, que es Málaga.
Málaga es el resumen de mí mismo, y el resumen de todos los que vivimos en ella. A todos nos invade en su pequeñez, nos atrapa y nos ilumina. Sí, sí, nos ilumina con esa luz tenue de un sol que no pica, sino que acaricia las sienes y la tez. Que no daría por disfrutar mil atardeceres, conjuntos de nubes desgarradas.
Si no miro al cielo no escucho música. No quiero leer. Sólo queda escribir.
Hoy he sentido nostalgia. Pero no de lo que he vivido o logré vivir en algún momento, sino de lo soñado. Es curioso que un accidente y sus consecuencias meramente materiales se eleven a mi subconsciente de esta manera. Málaga se nubla bajo el azote del flequillo inexistente sobre mi frente. Málaga oscurece.
Pero abro los ojos intentando razonar el porqué de tanta nostalgia, de tanta rememoración de la añoranza. Y la respuesta es cómo me pongo a prueba cada día y salgo perdiendo. Y me encuentro solo de nuevo, queriendo desmayarme en medio de una florida extensión de margaritas fulgurantes. Y deseo que Málaga amanezca, pero no despierta, sigue dormida.
Oscura y estrellada. A lo mejor este estado es lo más cercano que voy a estar de la depresión. Pienso en todo lo que he hecho y en lo que me queda por hacer y no hago, pero lo mezclo con preocupaciones banales, con dineros debidos, con fiestas sorpresas, el puto milenio. Que estupendo cacao.
Miro las estrellas y cada una me invita al silencio y me preguntan por qué no hablo, y yo sigo en mi campo, y tengo sueño. Aquel sol cegador es somnoliente. Busca su efecto: aturdir, y lo consigue. Mañana Málaga volverá a abrir los ojos con mayor intensidad.
Estoy cerca de la playa. Fuera el rumor de las olas del mar, que aun cuando dicen que sigue siendo azul es negro como la pena. Como el laberíntico mundo de las disquisiciones de la lógica es negro. Y la razón me ataca preguntando el porqué de tanto enfado, de tanta contradicción.
El problema es solo uno: querer sentir. He ahí el origen de mi estado. He ahí que mis sentidos se abran a palabras muertas y sensaciones extrañas. He ahí el hecho de que me sienta solo o rodeado de mujeres que no me convienen. De ahí el hecho de finalizar mi condición de terrorista sentimental, entregando sentimientos sin pedir nada a cambio. Extraña desmesura
Cuán gozoso fue ser tal terrorista. Obligando a la gente a responder al todo yo. Otorgándome entero, hasta descubrir la realidad. Nadie tenía el poder de conferirme la perfección sintiendo algo por mí. Cuánto egoísmo, cuanta felicidad, que tesoro del alma y los sentidos.
Este frío fuera. Me tapo con una manta y mis ojos vidriosos y mi pelo suave y sin peinar me recuerdan que cada vez que me miro al espejo soy yo mismo y suenan violines y siempre está pensando. Una persona obsesionada porque la amen. Y nunca ocurre. Espero infructuoso el levantamiento de esta noche tan oscura. Quizás no me he alejado tanto del terrorismo del que reniego sino que lo mantengo oculto, criptológico.
Sostengo con mis dedos la sien y grito munchianamente a un eterno retorno. Volver a empezar. O sin volver. Vivir, solo vivir. Vivir es amar, amanecer. Querer, flotar una sola vez.
Levantarse del campo yermo, de viñas y olmos para dominar el sol por una vez por encima de todo y de todos, de las vidas y los pensamientos, de Málaga y sus nubes, de los aviones, de las fronteras y los límites, de los idiomas del amor
Quiero amar..........

1 Comments:
Bienvenido, amigo, a este mundo de palabras, sueños, y futuros. Te deseo mucha suerte en tu Blog.
De momento, muy intimista todo,¿no? Tengo ganas también de ver salir el narrador que hay en ti.
Besos
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